Le quitamos la máscara

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Le quitamos la máscara; una aproximación triformada.

Por Fernando Artal

Barcelona, 8 de Agosto de 2020.

A la situación que estamos viviendo en este “inolvidable” 2020, le podremos (si Dios quiere) dedicar muchos análisis. 
Esos análisis se podrán enfocar desde el punto de vista sanitario, político, sociológico, económico, ideológico y algunos más, seguramente.
 Por si acaso, podemos atrevernos a realizar un intento de análisis (previo) espiritual, no vaya a ser que no se caiga en la cuenta. Y además, trataremos de hacerlo desde una óptica próxima a los mensajes nucleares que nos dio El representante de la Humanidad. 
Fe, Esperanza y Caridad. 
Este fue el orden y nombres que se nos enseñó a los que, cuando niños, estudiamos catecismo. Se les llamó virtudes teologales. 
Ordenado de otro modo y en un intento de significarlo en nuestro momento, sería: 
Confianza (fe), Amor (caridad) y Esperanza. 
Confianza en el conocimiento, en la verdad que podemos compartir y conquistar tras nuestro trabajo, reflexión y contraste. Ni asentada sobre dogmas, ni desde autoridades porque sí. Si fuese apoyada por la fuerza, mucho menos asumible. Desde que la consciencia puede ser individualizada, se puede conseguir. El conocimiento, de ser verdadero, fomenta y consolida la confianza. En sí mismo y en los demás. En la Vida. 
Amor al otro. Con el otro y para el otro. Otros y otras, iguales en la condición humana. Dedicación y entrega presididos por la compasión hacia el ser humano que sufre. En estos momentos sobre todo, toda la humanidad. En estos tiempos toda la Tierra vibra en parecidos tonos de dolor; desde el psicológico hasta el físico pasando por el ético. 
Esperanza. Depositada en la sabia organización del universo y las fuerzas y seres que depositan sus cualidades en la construcción profunda del futuro. Y en aquellos seres humanos que escriben las semillas en la Tierra, desde la humildad de ser humanos y de ser honestos, con la única intención consciente de hacer el bien. 
Estas tres virtudes realizables en la medida que cada uno sea capaz, de quererlo, dota a quien lo cultive en sí de una verdadera dignidad humana. Siempre ampliable. 
Camino, Verdad y Vida. 
En el intento de enderezar los renglones que nos vinieron torcidos, para seguir con esta humana intención, podríamos ordenarlos así: Verdad, Vida y Camino. 
Verdad. Aquello que se nos anunció que nos haría libres. Y la libertad implica la capacidad de escoger un curso de acción y de hacernos responsables de él y sus consecuencias. Utilizar el pensamiento y la razón como instrumentos para conocer.
 Conocer (y a ser posible comprender) la verdad entraña un exhaustivo ejercicio de objetividad y honestidad, puesto que en esta metodología de análisis de la realidad, se debe intentar no teñir lo estudiado de lo que enturbia (puede enturbiar) emocionalmente lo observado. Nunca desde un único punto de vista. Menos sólo desde el propio. 
Vida. El milagro, misterio y dotación que permite la expresión y experiencia de todo el cosmos, unido entre sí por la causalidad y sólo separado en su sentido por nuestra ignorancia. Organizado desde la armonía hasta su representante más pequeño (o más grande), la multiplicidad de su expresión sólo puede ser superada por la complejidad de su existencia. Impregnada de belleza, ritmo, diferenciación especializada, color y sonido, incluye la muerte como un límite en nuestra consciencia. 
Camino. Aquello que hacemos al andar. Los acontecimientos que permiten que vivamos las experiencias que nos posibilitan ser y hacernos lo que somos. Todo lo que nos confronta con nuestras características y que nos posibilita encontrarnos con los demás. Aquello que nos da la opción de expresarnos, equivocarnos, de aprender y compartir. De rechazar y de acoger. De crear posibilidades para el futuro.
 Probablemente cualquier persona que no esté sujeta a compromisos sectarios, se esfuerce en ser honesta y pueda apartar sus prejuicios (no sólo religiosos) podrá acoger y comprender esta presentación, que “sólo” pretende aportar un criterio para discriminar. Para diferenciar lo que puede asumirse como correcto, deseable o ideal. Incluso si lo es, verdadero. 
Qué nos estamos encontrando. No solamente el negativo de estas propuestas de orientación en la vida, que podrían ser seguidas o no si pudiéramos elegir. 
 Nos encontramos a escala planetaria con un “desatino controlado” con distintos niveles de actuación. Con actores que se reparten papeles en una obra conjunta, compleja y desorientadora. 
Los políticos están teniendo que lidiar –en todos los países afectados- con las situaciones que provocan sus leyes y normas, tremendas a nivel humano. Prácticamente no hay lugar que no tenga críticas dirigidas hacia quienes están desarrollando las actuaciones que cada lugar sufre. Tanto desde los partidos que no gobiernan (aunque muchas veces lo hagan con la boca pequeña) como desde la población.
 Los profesionales sanitarios de (casi) todos los servicios sometidos al mandato de lo “público”, desbordados, incapacitados para seguir su compromiso hipocrático, puesto que debían y deben obedecer órdenes ministeriales o de supuestos grupos de expertos. Expertos que manifiestan desde el primer momento desconocer el proceso y manifestaciones de los cuadros clínicos que se han ido encontrando, puesto que se habla de un nuevo, desconocido y muy inteligente agente patógeno. 
No se permiten “segundas” opiniones, aunque vengan de personalidades reconocidas en el ámbito científico o médico, si no están alineadas con los expertos que se han reconocido como desconocedores. Tampoco de tratamientos no oficiales probados con efectividad.
 La información reconocida (por los propios gobiernos, para evitar informaciones disonantes) como objetivamente censurada, con la imposibilidad de pluralidad periodística o de difusión en los mass media de opiniones o visiones diferentes de las dictadas por los actores nombrados. Difamando y denigrando activamente a quienes intenten dar un contraste, aunque esté bien fundamentado, a las consignas oficiales. 
El manual de donde extraen (rigurosamente) el método, se puede consultar aquí: 
https://culturizando.com/los-11-principios-de-la-propaganda-nazi/ 
Obligando a través del miedo, la culpabilización, el castigo y las fuerzas de orden público a cumplir con una forma de vida impuesta y que sólo – que se pueda demostrar- está generando desgracias a nivel individual y colectivo. Destruyendo el tejido económico, social, cultural, familiar y religioso. Estos resultados si pueden objetivarse, mientras que los argumentos para implementar estas acciones inhumanas (evitar contagios, enfermedad, dolor y muerte) no. 
Nuevamente la historia nos ofrece un nuevo momento para aprender. Nunca en la historia de la humanidad, nos habíamos encontrado con una situación equiparable. 
En Diciembre de 2019 escribimos que lo que estaba afectando a una parte de la humanidad, tarde o temprano nos podría afectar a otros o a todos. Se puede consultar aquí: https://criteriiconsciencia.org/crisis-cultura-y-memoria-2/ 
Esta vez, nadie en todo el mundo puede decir que no sabe lo que está pasando en todo el mundo. Y cada individuo tiene ante sí un examen a su conciencia. Aprobarlo puede tener como “premio” tomar más consciencia de dónde estamos y de quiénes gobiernan este mundo. Pero sobre todo para qué. Porque a todas luces parecería que no está siendo para crecer en dignidad ni en riqueza ni en fraternidad. Por supuesto tampoco persiguen ninguna modalidad de paraíso en la Tierra, evidentemente. 
Nuevamente están habiendo muchos cómplices para sostener y ampliar esta situación. Nuevamente se legisla para hacer de este golpe a todos los estados, la plataforma para un estado global sometido al terror. Un terror provocado artificialmente y que se está amplificando artificialmente también, para “protegernos”. Y la tecnología está siendo utilizada para ello. Un instrumento muy útil en las manos del terror, su dueño en estos momentos. Sólo un medio eficaz para conseguir sus fines.
 Actualmente los núcleos más perseguidos están siendo los grupos fundamentales en las relaciones humanas: familia, amigos, ancianos e incluso pueblos, ciudades o regiones. Todos clasificados como tóxicos o incluso como potenciales asesinos. Y quienes se localicen en el círculo próximo a los intoxicados, también aislados y señalados. En número creciente porque eso se está buscando con la masificación de unas pruebas que no pueden medir lo que se dice que buscan ni garantizar fiabilidad. Y en esta persecución del infectado, nadie está a salvo. Todos somos sospechosos. Llegando a poner policías para vigilar que los infectados singulares, no salgan de casa. 
Ni siquiera es una lucha de clases o de razas. Es una lucha contra la humanidad, que cada uno de nosotros como seres humanos, componemos y significamos. Y esta lucha, activa, planificada, sostenida, única y global que afecta a toda la humanidad, afecta también (me atrevería a decir que busca dañar) a Lo que la representa. 
Como explica la “Desiderata” : …mantente en paz con Dios (o lo más importante y sagrado para ti) de cualquier modo que lo concibas. Sólo parece salvable esta situación, en nuestro interior y en la resonancia con los valores clave. Con consciencia. 
A lo más sagrado que cualquiera puede concebir o venerar, que le une con el resto de la humanidad, va dirigido este ataque, puesto que no respeta nada. Es la expresión dinámica de la anti-humanidad. Con relativa sutileza y sin disparar un tiro. 
Y nuevamente aparece la táctica, reconocidamente utilizada por gobiernos o alianzas, de generar el problema, señalar los culpables (siempre son otros, aunque sea un virus) y presentar la solución. Pero con un matiz tremendo y diferente: esta vez, según palabras del máximo representante de la OMS, puede que no haya solución. 
No se trata aquí de valorar la veracidad de quienes forman parte de este ataque contra los valores más sagrados de la humanidad. Se trata de constatar el ataque público y manifiesto contra la esperanza. 
Con todo este panorama desolador, aparecen de momento tres (ojalá vayamos encontrando más) elementos claves para enfrentar esta situación tristemente histórica. 
La primera nos concierne a nosotros como seres humanos individuales comunes. Aquí y ahora. Esta es una oportunidad crucial para tomar consciencia de qué ocurre de verdad (hasta donde cada uno sea capaz de esforzarse y encontrarla) analizando individualmente lo que está pasando ante nuestros ojos y en nuestro interior. No dar nada por sentado, huir de los tópicos y las comodidades intelectuales (las físicas nos las están quitando una tras otra) y contrastar con los demás lo que vayamos descubriendo. Escuchar a los demás, hasta al que parece menos inteligente. No obedecer a lo que el miedo produce y nos imprime, aunque lo debamos escuchar precisamente para ver qué nos genera. No temer ni huir de lo que la conciencia nos vaya aportando. No aferrarnos a opiniones “propias” si coinciden en su mayoría sustancial con la versión impuesta. Todos estamos sujetos a la misma atmósfera y podemos ser débiles ante su fuerza y contundencia. Pero asumiendo nuestra fragilidad e ignorancia, podemos ver más allá de “nosotros” mismos. Si lo podemos ver, lo podremos soportar. Con todo ello crece el nivel de consciencia y de autoconsciencia. 
La segunda nos implica como integrantes de la humanidad. Todos estamos sufriendo como uno. Nos lo ponen delante de los ojos todos los días. En la com-pasión que podemos desarrollar ante esta perversa experiencia, si levantamos la mirada y lo sostenemos en la consciencia, no existe la distancia, ni la asepsia (lavado de manos y de todo, compulsivo) ni la ocultación del espejo del alma (mascarilla). Porque TODOS podemos sentir lo mismo y lo sabemos. No busquemos más culpables donde todos somos víctimas. Busquemos donde hay dolor para tratar de ser útiles para calmarlo.
 La tercera no es una “receta”. Más bien podría ser una incógnita. Una pregunta abierta con una respuesta (una, que puede crecer) que nos envuelve, compromete y sugiere mirar a lo alto. A lo lejos; aunque también al tejido que nos vincula como humanidad. 
¿Qué valor puede tener la humanidad para ser atacada (ahora y tantas veces) de este modo? ¿Cuán grande puede ser el valor de la dignidad humana, para tener que ser violada de esta forma? ¿A quién le dan miedo los valores descritos al principio del documento (pueden haber otros más o distintos) para atacarlos con tanto ensañamiento? 
Si el ataque es contra toda la humanidad, como una unidad, el ataque es contra el Uno. Contra ese Uno que cada cual puede considerar con la mayor reverencia, respeto y los nombres o atribuciones que considere capitales. Aunque fuera siquiera la humanidad con los mejores valores éticos, como un concepto abstracto; que no lo es. Uno que somos todos, porque a todos nos afecta y afectará. Concretamente.
 El ataque está siendo antihumano contra El representante de la Humanidad. El que cada uno lleve en su corazón, unido a lo mejor que cada cual pueda atesorar y desear, para sí y los demás. 
Ese impulso sólo desea y produce el miedo y el sufrimiento para dominar nuestras vidas y conducirlas al desamor. Al egoísmo instintivo. A la desconfianza y la desesperanza. Ese Otro, grupo, clan o Ente, tiene mucho poder como está demostrando. 
Pero a ese Otro, Él ya lo tiene vencido. La historia señala en esa dirección, puesto que por muchos intentos destructivos que han habido, la humanidad sigue avanzando. Y seguirá. 
A nosotros nos toca avanzar, cada uno en el camino que podamos hacer. Honesta, humilde y sencillamente. Pero a ser posible, aumentando nuestra consciencia y valor. 
Tenemos una nueva (gran) oportunidad para conocer, comprender, aprender y no olvidar. Nuevamente del sufrimiento, que le vamos a hacer. 
Cuando es tan grande el esfuerzo para sofocar a la humanidad, ¿cuán grande será el resultado de la expresión libre de la humanidad? Ese Camino se andará. 
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