La Mujer Atlante

MUJER ATLANTE RUDOLF STEINER

La evolución por la que pasó la mujer en el período Lemur, desembocó en el ejercicio de un importante papel dado al sexo femenino en la siguiente raíz, la atlante. Esa siguiente raza apareció bajo la influencia de entidades altamente desarrolladas, familiarizadas con las leyes de la formación de razas y capaces de guiar las fuerzas de la naturaleza humana existentes, por senderos que podían dar a luz una nueva raza. De dichos seres hablaremos más tarde; por el momento bástenos decir que poseían un poder y una sabiduría sobre-humanos. Lo que hicieron fue apartar un pequeño grupo de seres humanos de la humanidad lémur y los destinaron a convertirse en los antecesores de la siguiente raza atlante. El lugar donde se aislaron se hallaba en la zona tropical. Bajo su guía, los miembros de ese grupo eran instruidos en el control de las fuerzas naturales. Eran muy vigorosos y sabían cómo conseguir los más diversos tesoros de la Tierra. Podían cultivar los campos y usar sus frutos para subsistir y se habían hecho de fuerte voluntad, por medio de la disciplina a la que habían estado sometidos. El alma y el corazón los tenían poco desarrollados, lo cual no sucedía con las mujeres, que poseían una elevada fantasía y memoria y todo lo que con ellas se relaciona.
Los guías antes mencionados, hicieron que el grupo se dividiera en grupos más pequeños. Hicieron que las mujeres se encargaran de ordenar y establecer dichas comunidades. Gracias a la memoria que poseía, la mujer había adquirido la capacidad de hacer útiles las experiencias y aventuras del pasado. Lo que había sido útil ayer lo aprovechó hoy y comprendió que sería útil mañana. Por ello, emanaron de ella las instituciones de la vida comunitaria, y también por ella se desarrollaron los conceptos de “bien” y “mal”, puesto que su vida reflexiva le había dado una comprensión de la naturaleza. Observando la naturaleza, la mujer desarrollaba ideas en su interior con las que dirigía las acciones de los hombres. Los guías lo habían organizado todo de tal manera que, por medio del alma femenina, se ennoblecía y refinaba la naturaleza volitiva y la fuerza vigorosa del hombre. Está claro que hemos de imaginarnos todo esto como inicios casi infantiles. Las palabras de nuestra lengua evocan con demasiada facilidad, representaciones de la vida actual.
A través del alma despierta de las mujeres, los guías comenzaron a desarrollar la vida anímica de los hombres. En la colonia que hemos descrito, la influencia de las mujeres fue, pues, enorme. Había que recurrir a ellas para consulta cuando se quería interpretar los signos de la naturaleza. Todo el carácter de la vida del alma femenina, estaba, no obstante, dominado todavía por las fuerzas anímicas “ocultas” del ser humano. No describimos con exactitud ese estado de cosas, sino sólo aproximadamente, si hablamos de contemplación sonámbula en aquellas mujeres. En algunos sueños elevados se les transmitían los secretos de la naturaleza y recibían de ellos los impulsos para su acción. Para ellas, todo tenía alma y se les aparecía en potencias y apariciones anímicas. Ellas se abandonaban al misterioso tejer de las fuerzas anímicas y lo que les impedía a actuar eran las “voces interiores” de lo que se les decían las plantas, los animales, las piedras, las rocas, las nubes, el susurro de los árboles, etc.
De ese estado del alma surgió lo que luego llamamos “religión”. Paulatinamente fue llegando a venerarse y adorarse lo espiritual en la naturaleza y en la vida humana. Algunas mujeres lograron una cierta supremacía, porque podían interpretar lo que contenía el mundo, partiendo de especiales profundidades misteriosas.

De ello pudo resultar, que lo que vivía en el interior de dichas mujeres podía convertirse en una especie de lenguaje natural. Porque el inicio del lenguajse halla en un elemento semejante al canto. La fuerza del pensamiento se transformaba en sonido audible y el ritmo interior de la naturaleza resonaba desde los labios de las mujeres “sabias”. La gente solía reunirse alrededor de esas mujeres y en sus frases, semejantes al canto, sentían las expresiones de poderes superiores. Con esas cosas empezó la adoración de los dioses.
En ese período, no se puede hablar del “significado” en lo que se hablaba. Lo que se percibía era sonido, tono y ritmo, y no se pensaba en relacionar otras cosas con ellos; sencillamente uno absorbía en el alma el poder de lo que se oía. Todo el proceso se hallaba bajo la dirección de los guías superiores, que inspiraban a las sacerdotisas “sabias” con tonos y ritmos de un modo que aquí no podemos seguir explicando. Ello tenía un efecto ennoblecedor en las almas de los hombres. Podría decirse que de ese modo comenzó a despertarse la verdadera vida anímica.
En este campo pueden verse hermosas escenas de la Crónica del Akasha. Imaginémonos una de ellas: Nos hallamos en un bosque, cerca de un árbol gigantesco, el sol acaba de salir por el Este. El árbol, semejante a una palmera, se eleva solitario por que los de su inmediato alrededor han sido arrancados y proyecta grandes sombras. La sacerdotisa mira hacia el oriente, en éxtasis, y está sentada sobre un sitial hecho de extraños objetos y plantas. Poco a poco, y en secuencia rítmica, surgen sonidos repetidos de sus labios. Una serie de hombres y mujeres se hallan sentados en círculo a su alrededor, sus rostros inmersos en sueños absorben vida interior de aquello que están oyendo.
Puede verse otro tipo de escenas: En un lugar, arreglado de modo similar, una sacerdotisa “canta” de forma parecida, pero sus tonos tienen algo más poderoso, más potente. Los que la rodean se mueven en danzas rítmicas. Porque esa fue otra de las maneras por las que penetró “alma” en la humanidad. Los misteriosos ritmos de la naturaleza que uno oía eran imitados por los movimientos de las extremidades. Con ello uno se sentía unido con la naturaleza y los poderes que en ella actúan.
Rudolf Steiner. Atlántida y Lemuria. La Crónica del Akasha (1904). GA11.

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